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La palabra ilusión tiene dos significados hasta cierto punto antagónicos, por un lado se utiliza para hablar de “engaño, percepción o idea irreal” y en otro sentido más contemporáneo alude a “esperanza, expectativas positivas depositadas en cosas o personas”
Lo fascinante de todo esto es lo íntimamente ligados que están ambos significados, ya que de algún modo uno forma parte indisoluble del otro, al fin y al cabo no puede haber engaño sin esperanza. Las expectativas siempre se enfrentan con la realidad y esta no deja de ser una percepción subjetiva.
Perder la ilusión es una de las peores y comunes sensaciones que pueden doblegarnos en diferentes momentos y facetas de nuestra vida. Encontrar la forma de superarlo y hallar la motivación necesaria puede resultar una tarea ardua que requiere constancia y trabajo.
La ilusión es una especie de fe que no provee de la fuerza necesaria para abordar múltiples vicisitudes, pero tiene una cara oscura, pues por sí misma no sirve de mucho. Debe tener una base sólida sobre la que germinar o está condenada al fracaso. Puede ser el motor necesario para arrancar cualquier proyecto, pero la realidad es un muro imposible de franquear solo con buena voluntad y ganas.
Hay muchos tiburones aprovechándose de la ilusión de la gente prometiendo el maná de la libertad financiera con el mínimo esfuerzo y sin ningún conocimiento o experiencia previa. Esto no es algo nuevo, pero Internet y las redes sociales se han convertido en el espacio preferente de actuación de estos “gurús” que pescan incautos prometiendoles el paraíso por un «módico precio». Los momentos de crisis, como el que estamos sufriendo, son además el caldo de cultivo ideal para este tipo de timadores, más conocidos como “vendehumos”.
Recientemente me he encontrado con este reportaje del youtuber Tamayo donde analiza en detalle un caso paradigmático dentro del ámbito del marketing, Roberto Gamboa y su Instituto de Tráfico Online. Sin entrar en detalles aquí pueden ver el vídeo completo y sacar sus propias conclusiones, que presupongo serán parecidas a las mías, pues la verdad que el personaje no da pie a mucha discusión.
Lo cierto es que hay muchos Gamboas ahí fuera jugando con la ilusión y el dinero de gente, personas que en ocasiones lo está pasando realmente mal y se aferran a un clavo ardiendo con tal de intentar salir de su situación. Creo que todos los profesionales de este y otros sectores en los que sucede lo mismo, tenemos la obligación moral de actuar y denunciar estas prácticas por el bien de nuestras profesiones, pero sobre todo para evitar, en la medida de lo posible, que tantas personas acaben engañadas y arruinadas por estos personajes.
Dejando atrás el camino de la insidia humana, hay algo realmente valioso en la capacidad de ilusionarse y no deberíamos en ningún caso subestimar el poder y capacidad de transformación que tiene sobre nosotros. El premio nobel Coetze a propósito del Quijote profundizaba en esta idea:
“Hay un pasaje en la segunda parte de la obra de Cervantes en que Don Quijote nos plantea un desafío. Por un momento parece escapar de la ilusión reinante de que es un verdadero caballero errante y viene a decir: creo (creo sinceramente) en el código de la caballería errante, actúo de acuerdo con mis creencias y al hacerlo me vuelvo mejor persona. ¿Me prefiráis tal como era antes -un hidalgo español empobrecido que malvive en su ruinosa hacienda, esperando que le llegue la muerte- o tal como soy ahora (tal como parezco ser): un protector de los pobres y oprimidos, un rescatador de doncellas en apuros? Si admitís que mis creencias me convierten en alguien mejor, ¿por qué estáis intentando destruir mis creencias?”