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Hace unos días recibí uno de esos correos que habitualmente remite desde su newsletter Calvo con Barba, dónde explicaba la metáfora que Simon Sinek utilizaba para explicar la importancia de definir tu propósito como marca más allá del de ganar dinero.
Sinek compara las empresas con un coche y la gasolina con el dinero. Y la reflexión era que el fin último de la existencia del coche no es consumir gasolina sino desplazarse hasta su destino. El dinero solo es el combustible que nos permite seguir moviéndonos hasta que llegamos a nuestro destino, pero no es el fin en sí mismo.
Esta idea me parece brillante porque creo que evidencia un error muy común en la conceptualización de cualquier negocio, focalizar y hacer que todo gire en torno a los beneficios económicos. La rentabilidad, por supuesto, es una condición vital para cualquier empresa, pero no puede ser el faro guíe todas las decisiones estratégicas. La capacidad de generar dinero debería ser la consecuencia de un objetivo aún más ambicioso, que desde mi punto de vista siempre estará asociado a qué somos capaces de ofrecer a nuestros clientes para ayudarles a resolver algún problema y hacerles la vida más sencilla.
Creo que esto se puede entender incluso mejor si lo vemos desde otra perspectiva quizá no tan común, pero en la que me he visto inmerso recientemente. Por discrección y sin entrar en detalles he tenido la oportunidad de trabajar en un proyecto sumamente interesante con grandes posibilidades y un crecimiento exponencial a nivel de facturación en muy pocos meses. Algo con lo que cualquier empresa soñaría pero que paradójicamente puede transformarse en una pesadilla.
De repente pasas de facturar unos pocos miles de euros al mes a cientos de miles… ¿Qué más se puede pedir? Ya tienes gasolina de sobra para conducir tu negocio. Pero resulta que los problemas también se multiplican:
Y al final todo ello se traduce en pérdida de calidad, de rumbo y descontento del cliente. Toda una vorágine que te arrastra y te deja sin apenas vida demostrando que aquello de “morir de éxito” no es solo una frase hecha. La verdadera gasolina de un negocio son las personas que lo forman y a las que ofrecemos nuestros servicios. Si les fallamos a ellos ya no hay negocio, por mucha gasolina que tengamos en el depósito. Clic para tuitear
Crecer a cualquier precio y sin estar preparado para ello te conduce normalmente a la ruina. La verdadera gasolina de un negocio son las personas que lo forman y a las que ofrecemos nuestros servicios. Si les fallamos a ellos ya no hay negocio, por mucha gasolina que tengamos en el depósito.